La hidroterapia colónica es una práctica ancestral que ha evolucionado significativamente hasta nuestros días. Aunque a menudo ha sido pasada por alto, su valor sigue siendo vigente, especialmente en la medicina naturista, donde es considerada una pieza clave de muchas terapias.
Esta práctica tiene sus primeras menciones en textos antiguos de culturas como las sumerias, chinas, hindúes, griegas y romanas, donde se describían los “lavados intestinales”. En los papiros del Antiguo Egipto, incluso se observa al ave Íbis realizándose enemas naturales, llenando su pico de agua para aplicársela de manera instintiva. Según la tradición egipcia, Osiris, el dios de la resurrección, reveló el uso de enemas a los sacerdotes médicos, quienes adoptaron esta práctica tras observar a las aves en las orillas del Nilo.
Los Esenios, un grupo al cual se cree que perteneció Jesús, también utilizaban lavados intestinales. En el Evangelio de la Paz, se describe cómo llenaban calabazas ahuecadas con agua, las cuales utilizaban para esta purificación.
Grecia y Roma, la hidroterapia colónica alcanzó nuevos niveles de refinamiento. Los médicos de la época establecieron indicaciones y contraindicaciones para su uso. Celsus, en el año 30, recopiló un tratado de ocho volúmenes sobre medicina, dedicando uno de ellos a la utilización de enemas, que en la sociedad romana gozaban de gran popularidad debido al estilo de vida festivo y sus excesos. Los romanos, incluso, veneraban a un dios conocido como Creptius, considerado el "Dios de las Asas Intestinales". Más tarde, Galeno, uno de los médicos más influyentes después de Hipócrates, recomendaba enemas de agua, aceite y miel en sus tratamientos.
Durante el siglo XVII, el uso de enemas era común en las cortes europeas, y fueron ideados dispositivos como tubos flexibles conectados a una bolsa para facilitar su aplicación. Este método aparece descrito en el libro De Clysteribus, publicado en 1668. Sin embargo, el uso de enemas fue perdiendo prestigio entre los médicos de la época y pasó a considerarse un procedimiento menor, administrado por asistentes y cada vez más utilizado en la intimidad del hogar como una práctica esencial de bienestar.
Monarcas como los reyes ingleses y franceses, entre ellos Luis XI y Luis XIII, eran conocidos por utilizar enemas regularmente. En el siglo XIX, Vincentz Priessnitz popularizó la hidroterapia en el ámbito médico, y el Dr. Kellogg, en Estados Unidos, la promovió junto a la dieta y el ejercicio. Durante los años 50, la hidroterapia colónica floreció en los Estados Unidos, pero con el avance de la medicina y el surgimiento de alternativas como los laxantes y la colostomía, fue desplazada en la década siguiente.
En los años 70, la mayoría de los equipos de hidroterapia colónica fueron retirados de los hospitales, dando paso a soluciones rápidas como las píldoras y jarabes. Sin embargo, hoy, cuando las enfermedades digestivas y los problemas de salud se han triplicado, vemos un resurgimiento de la hidroterapia colónica y un retorno a sus raíces, recordando que la salud intestinal ha sido, desde la antigüedad, la base para el bienestar general.